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Sexología y pareja

Más vale prevenirse que...
El sexo sin protección ha disparado las enfermedades de transmisión sexual

 

Cuando nos acostamos con una persona sin utilizar preservativo lo hacemos con todas las parejas sexuales que ha tenido en su vida, y dado el amplio currículo de muchos en la práctica del sexo sin protección, a nadie extraña el auge que están adquiriendo las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).

 

Pasar las vacaciones en algún destino exótico o mantener una relación sexual ocasional en un viaje del Imserso pueden convertirse en experiencias de alto riesgo, y no porque acabe enterándose la pareja, o el turista pueda traerse de vuelta una diarrea incorregible, sino por la alta probabilidad que tiene de contraer una ETS, ya sea por temeridad o por desconocimiento sobre su contagio.

 

Las falsas creencias sobre cómo prevenir la infección siguen a la orden del día. Un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona realizado entre personas que acudieron a clínicas que tratan las ETS pone en evidencia el cacao mental que la mitad de ellas tenían sobre cómo se produce el contagio. Muchos atribuían al agua corriente poderes casi milagrosos: el 45,7% aseguraron que ducharse antes de la relación sexual es la mejor medida para esquivar virus y bacterias, y para un 16,3% basta con lavarse los genitales con posterioridad. Además, cuatro de cada diez (38,7%) atribuían este carácter preventivo a orinar tras el sexo, y el 20% se mostraban convencidos de que el uso de la píldora no sólo evita el embarazo, sino también cualquier infección por vía sexual.

 

Bacterias caprichosas

A la hora de tratar una enfermedad bacteriana, hay que enfrentarse a las caprichosas características de los organismos que las provocan. Tienen facilidad para enmascarar sus síntomas, que se confunden con los de otras enfermedades. Por ejemplo, el cuadro de la sífilis es tan variado, que en el siglo XIX se la bautizó como “la gran simuladora”. Pero, a pesar de sus siniestras habilidades, las enfermedades bacterianas tienen tratamiento eficaz con antibióticos desde la década de los 50.

 

En las de origen vírico, el mayor problema es que pueden estar en el cuerpo durante décadas sin dar síntomas, y cuando aparecen, hacerlo con virulencia. Es lo que ocurre con el más importante de ellos, el virus del papiloma humano, la principal causa del cáncer de cuello de útero. Ante el papiloma no cabe otra estrategia que la prevención, con pruebas como la citología para descartar su presencia. Desde hace un año, para el tratamiento de las verrugas que aparecen en la zona genital se utiliza una crema que las hace desaparecer en tres meses, un tratamiento más eficaz que el nitrógeno líquido utilizado hasta ahora.

 

La posibilidad de una vacuna que inactive el virus es real, pero no antes de diez años, el mismo plazo en que los Institutos Nacionales de Salud de EEUU consideran que podría disponerse de una vacuna contra el sida; aunque, puntualizan, sólo será parcialmente eficaz. En cambio, ya están casi a punto las dos nuevas familias de antirretrovirales dadas a conocer en la Conferencia Internacional de Sida de Barcelona: los inhibidores de la fusión y los de la integrasa, “que permitirán recuperar a pacientes que han desarrollado resistencias a los fármacos existentes”, en palabras del doctor Josep María Gatell, uno de los mayores expertos españoles en la enfermedad. Los que se han incorporado en los últimos años han supuesto una “revolución” en el sida, porque han conseguido convertir en crónica una enfermedad mortal, y porque los pacientes han visto reducido el número de pastillas que tenían que tomar.

 

340 millones de casos

Según la OMS, cada año 340 millones de personas contraen una enfermedad de transmisión sexual, con el agravante de que muchas de ellas son jóvenes. Se dan casos como el que recoge un estudio realizado en el Clínico de Barcelona: un joven de 18 años que se contagió con el VIH en su estreno sexual durante un viaje al extranjero. Puede atribuirse a la fatalidad, pero lo cierto es que resulta mucho más frecuente de lo que pueda parecer.

“Por una vez no va a ocurrir nada”, argumentan muchos jóvenes, y sin embargo, acaba ocurriendo. “Y es que la disponibilidad de preservativos no influye en su decisión de tener o no relaciones”, dice Isabel Serrano, ginecóloga de Planificación Familiar.

Pero a juzgar por el perfil de los pacientes de ETS, la falta de percepción de riesgo no se da sólo en la juventud. Aurora Guerra, dermatóloga del Doce de Octubre de Madrid, señala que “se dan más casos entre los 18 y los 40 años, porque mantienen más relaciones sexuales, pero en la consulta se ven personas de todas la edades”.

La sífilis y la gonorrea se han hecho “democráticas”; ya no entienden de sexo, clase social, edad ni fronteras. Sí es cierto que, entre el heterogéneo grupo de pacientes, los hay que, por sus costumbres, tienen más riesgo: los jóvenes, los mayores de 50 años (sólo un 30% utiliza condón) y otros grupos, como los homosexuales y las lesbianas. En el primer estudio sobre conducta sexual entre gays realizado por Durex, el 25% dice que ha contraído una ETS en alguna ocasión, un hecho que se atribuye al elevado número de parejas que tienen a lo largo de la vida, nada menos que 39, frente a las 6 de la población general. Con las lesbianas ocurre lo mismo. Una investigación del Hospital de Sydney detectó el doble de casos de hepatitis B en este grupo y un 30% más de vaginosis bacteriana que entre las heterosexuales.

 

El turista temerario

La clasificación de temerarios la encabezan, con diferencia, los turistas. Una investigación de la Sección de Medicina Tropical del Clínico de Barcelona ha medido el riesgo del comportamiento sexual en los viajes al extranjero. El estudio llega a la conclusión de que “los viajeros españoles tienen relaciones sexuales esporádicas de alto riesgo con elevada frecuencia”.

 

Los turistas se olvidan del sexo seguro en cuanto se ponen los bermudas: casi la mitad (el 46%) practicaron sexo con nativos sin utilizar preservativo, lo que a algunos les acarreó graves consecuencias: el 3,4% se infectaron con el VIH y un 5,3% adquirieron alguna enfermedad de transmisión sexual. Joaquim Gascón, coordinador del estudio, aclara que las dimensiones del contagio pueden ser mayores, porque el trabajo no recoge infecciones “silenciosas” como el papiloma. Además, la costumbre de los españoles de ligar con nativos, mientras que el resto de europeos lo hacen con sus compañeros de viaje, contribuye a la extensión de la infección, cuando el turista de regreso a casa reanuda sus relaciones como si nada hubiera pasado.

 

De esta forma, las legiones de viajeros internacionales y los flujos de prostitución de Europa del Este, África y el Caribe se han convertido, como los ejércitos de mercenarios del siglo XVI, en la mejor vía de transmisión de las infecciones. En España ya ha surtido efecto: enfermedades típicas de una novela de posguerra, como la sífilis, han comenzado a resurgir. “Las cifras de afectados en otros países, señala Juan José Vilata, dermatólogo del Hospital Provincial de Valencia, deben alertarnos: en el África negra, América del Sur y algunas zonas de Asia se registran mil casos al año por cada 100.000 habitantes”.

 

Ante este panorama, lo más eficaz para prevenir alguna de las 20 ETS que existen es evitar el contacto con personas infectadas y, si no es posible, utilizar siempre el preservativo, además de evitar las prácticas de alto riesgo, como el sexo oral. Es la única forma, dicen los especialistas, de que las conocidas durante siglos como enfermedades venéreas, en alusión a Venus, la diosa del amor, no se conviertan en una epidemia.

 


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